Cada vez existen más evidencias de que la obesidad debe ser considerada no sólo un trastorno endocrino metabólico, sino también un trastorno de la conducta y psiquiátrico. Sólo para citar un ejemplo (entre los muchos ejemplos que podrían citarse), existe una alta comorbilidad entre los trastornos adictivos, y los adictos a los dulces, que también tienen un mayor riesgo de desarrollar problemas relacionados con el alcohol.
La obesidad representa un trastorno emergente adictivo. En particular, se señala claramente la importancia de la palatabilidad como punto de partida de la adicción en las personas obesas. En este sentido, también se ha demostrado una reducción de los receptores de dopamina D2 en los sujetos obesos. Este hecho junto con el aumento de la sensibilidad a la palatabilidad de los alimentos pueden hacer de la comida de un refuerzo de la conducta, poniéndolos en riesgo de comer compulsivamente.