En los últimos años, se han acumulado evidencias que sugieren que la reducción sistemática de la cantidad de hidratos de carbono en la dieta podría suprimir, o al menos demorar, la aparición de cáncer, y que la proliferación de las células tumorales ya existentes podrían ser más lenta.
Esta hipótesis está apoyada por la asociación entre las modernas enfermedades crónicas como el síndrome metabólico y el riesgo de desarrollar o morir de cáncer.
Los carbohidratos pueden tener efectos directos e indirectos sobre la proliferación de células tumorales: en primer lugar, contrariamente a las células normales, las células más malignas depende de la disponibilidad de glucosa constante en la sangre por sus necesidades de energía, generación de biomasa y porque no son capaces de metabolizar cantidades significativas de ácidos grasos o cuerpos cetónicos debido a la disfunción mitocondrial.
En segundo lugar, niveles altos de insulina y factor de crecimiento similar a la insulina (IGF) -1 están asociados a la ingestión crónica de altas cantidades de hidratos de carbono. Estas moléculas pueden promover la proliferación de células tumorales a través de la vía de señalización insulina/IGF1.
En tercer lugar, los cuerpos cetónicos que se elevan en sangre cuando los niveles de insulina y glucosa en sangre son bajos, paraecen afectar negativamente a la proliferación de diferentes células malignas in vitro o no al menos no ser utilizables por las células tumorales para cubrir sus necesidades metabólicas.
Además, muchos pacientes con cáncer presentan una alteración del metabolismo de la glucosa caracterizada por resistencia a la insulina y pueden beneficiarse de un aumento de proteínas y grasas en la dieta.