Evidencias recientes sugieren que el envejecimiento está asociado con una inflamación crónica de bajo grado provocada por un cambio del equilibrio homeostático en la concentración de moléculas pro-y anti-inflamatorias en nuestros tejidos. Además, se produciría un aumento de la reactividad de nuestro sistema inmune por la activación de células de nuestro sistema inmune por parte de una molécula, el interferón-gamma (IFNG).
Así, por ejemplo, el tratamiento prolongado con IFNG induce el envejecimiento celular en las células endoteliales vasculares a través de la regulación de los genes asociados a la senescencia. Las diferentes variantes genéticas que pueden producir diferentes personas también se han asociado a mayores tasas de supervivencia a edades avanzadas. Los individuos centenarios se caracterizan por una mayor frecuencia de marcadores genéticos asociados con un mejor control de la inflamación y por contener en su ADN una variante del gen que codifica para el IGFN que se traduce en una baja producción de la molécula.
El síndrome de Down, una condición que representa un envejecimiento acelerado, se asocia con un mayor porcentaje de IFNG intracelular.